Al amanecer los cantos de los monjes rompían las
ráfagas de viento que azotaban el exterior de los muros con fuerza.
Entre la luz de las velas y la niebla provocada
por el humo del incienso. Miradas se cruzaban entre los monjes, gestos con la cabeza…
un ambiente de intriga y desasosiego invadían tan sagrada estancia.
Miyagui se colocó al lado de Septimus, con un
gesto afectivo, un gesto amable entre tanta sospecha.
El hermano Guy y Melchor se miraron entre ellos y
con un ademán se cruzaron con los ojos avispados de Septimus que ignoro con
solemnidad tal seña.
El Abad oficiaba la misa, todas las miradas de los
monjes se dirigieron a él, como los hijos a un padre en busca de consuelo, algo
de paz llego en tan oscuro instante, algo hacia vislumbrar que pronto las
sospechas y misterios se iban a materializar en actos terribles.
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