La noche era oscura y fría, varias sombras en
forma de monjes negros se cruzaron a la tímida luz de una vela en el claustro
de los reyes.
--¿Os ha visto alguien hermano Gui? –pregunto Melchor
mirando a ambos lados del claustro.
--No…
--¿Lo tienes?
-- Aquí lo traigo –mostro las cartas.
--¡Quieto! Ocúltalas…
--¿Qué vamos a hacer? Septimus está preguntado a
todos por el Tarot y somos los principales sospechosos… --Gui estaba muy
asustado, balbuceaba y sollozaba, mientras guardaba las cartas debajo del
hábito.
--Mañana, a la hora prima, pediré audiencia con el
Abad y le entregaremos el Tarot y acabaremos con está intriga. –dijo Melchor
con decisión.
--Pero… hermano Melchor. ¿Crees que es lo mejor?
Nos castigarán por haberlas ocultado todos estos años y haber mentido…
-- ¡Es cierto! –se quedo pensativo. --¡Ya está! –sus
ojos delataron una idea.
--¡Dime! –Gui estaba expectante.
-- Guarda el Tarot. Mañana iremos a las ruinas y
las dejaremos donde las encontramos y jamás nadie sabrá nada.
--¡Buenas noches hermanos! –una voz socarrona rompió
el susurro de Melchor.--¿Qué hacéis aquí hermano Tete? –pregunto enfadado
Mechor.
-- ¡Se lo que tramáis, he escuchado todo! –su mueca mezcla de un niño travieso y un demente.
Gui y Melchor se miraron sin saber que decir…
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